"No hay nada más raro que una Hormiga comeiendo sola. Sola, no por gusto. Sola por no haber nadie."
Lo pensó años atrás mientras deborava animalillos de otra especie, en aquella ocasión ocurrió por casualidad. La Hormiga era tímidamente rojiza y no había enegrecido aún [...]
Cuando come sola, escucha el roce de sus propios dientes entre si, que cuando no estan lubricados chirrean a matar. La Hormiga siempre acaba con el bello post-nasal (noisly called mustach) cubierto de harina cuando lo que come es pan del pirineo, pués satura de trigo molido en sus cortezas. El bichejo Negro siempre mira al frente y topa con una pared blanca inmaculada de textura irregular que cuando el propietario no la ve, escupe verdades. Ellas lo saben todo[...]. Cuando come sola no habla, solo escucha. Y no escucha porque no tiene a quién. Lo escuha todo y no habla nada. Habla mucho y no escucha a penas.
Entonces ella, La Hormiga, se acuerda de un antíguo adjetivo compañero de suyo: Recíproco, menudo cabrón. Claro, el va siempre por las calles y caminos vacilando. Sabe que nunca le harán nada porque va siempre acompañado. Se siente protegido [...]
La Hormiga siempre piensa: "Yo, porque soy Hormiga y no levanto palmo del suelo, sino se iva a enterar ese hijo de puta. És un vacilón. Bueno, por no hablar de su amigo; El sustantivo. Ese si que es necio, el malnacido. Se hace llamar Reprocidad, ya ves tú. Dónde irá con ese nombre [...]".
Y La Hormiga le da vueltas, y piensa: "No se dónde irá el sustantivo hermafrodita con nombre de mujer". Otras veces el bichito exclama: "No me importa lo que haga el vacilón de su amigo El Recíproco!". Pero mientras, el tiempo pasa, la comida se consume y nadie hay ante La Hormiga. Nadie a un lado, menos aún al otro. Absolutamente nadie. Sólo está la Sole, su vecina. Se llama Soledad, pero si le llama Sole. Se deprime menos, se hace a la idea que és su vecina y así es más llevadera.
A todo esto, ha pasado una rato y La Hormiga advierte que tiene la tripa medio llena, el plato vacio y la nevera desierta, Desierta y presidida por una línea imaginaria que hace las veces de frontera política. Y física. Emocional y de afecto.
Pero no te creas, mañana todo será igual: El bichejo volverá a notar el chasquido de sus muelas regañandose entre si (hasta ellas tienen Repdrocidad). Volverá a ver la sombra que provoca el bulto de la pared cuando por la ventana inciden los tres rayos de sol que se dignan a visitarle. Y el pan del pirineo volverá a rociar su mostacho con trigo molido. Y cada dia se daré cuenta de todo ello. Por que su vecina Sole cada día así se lo recuerda.
La Hormiga cada dia se da cuenta de todas estas cosas insignificantes que, a todas las hormigas y demás insectos les ocurre, pero, que una no se fija si no tiene una vecina que se llame Sole. Y en realidad la Sole es buena tia. És sabia la hijaputa. Si estás al quite aprendes mogollón de ella. [...]
Pero todo queda atrás. La Hormiga sale del zulo y se mete por las vereas. Se sube por los brazos y las piernas, por los dedos y las manos, los párpados y los labios y es ahí, entre esos labios, dónde tu respiras. Y yo que soy Hormiga, mucho más pequeña que tu, que eres Viento [...] me llevas por los mares y montañas dónde existe el vacío y no hace falta respirar.